3 de agosto de 2010

Instante nº 33



 







Las ciudades empezaron a edificarse en los sueños, en ese lugar donde se esbozan con tiza las primeras sendas y los pensamientos viajan descalzos sobre callejones de flores sin sol.


Con pasión y secreto alzamos vigas de anhelo blanco, levantamos paredes a nuestra medida, desechando tapices de realidad inconveniente, sorteando presentes que nos resultaban antipáticos. Era el dial donde sintonizábamos el mundo con nuestro ser y te aseguro que la emisora era brillante y singular.
Por entonces ignorábamos que montar ese caballo tenía un precio. Nunca hubo certezas, pero nosotros cabalgamos el viento como si fuéramos invencibles y claro, mas de una vez besamos el suelo, y allí abajo, las cosas de arriba flotan de un modo tan hiriente, del modo en que se revela lo insignificantes que somos.
¿Recuerdas? a pesar de todo, continuamos surcando la noche con impulsos fieros, buscando signos inequívocos de lo que pretendíamos, braceando los días y los años con el ansia de tiburones miopes mientras la reserva de la esperanza líquida se nos iba evaporando. Ahora preferimos acontecimientos profilácticos, de los que no dejan rastro de dolencia. Demasiadas torceduras han convertido la belleza del riesgo en un paraje aséptico, pero no me confundas, te estoy hablando del más sincero y etéreo acto creativo, inventarse la vida, porque lo otro, lo habítual, es el sonambulismo. Soñar despierto requiere gracia, tozudez y la insolencia de un repudiado, y si finalmente has comprendido que no hay que confundir vivir con correr, ni querer con haber llegado, soñemos sin miedo y soñémoslo bien.



Música de Cryo: https://youtu.be/nGZyMiD4MF4