14 de junio de 2010

Instante nº 24



 











Lo que guarda el hueco de una mano cerrada sólo es un nido de pájaros muertos, un espacio pequeño y oprimido que acampa junto al bastión de la desconfianza y encierra brumas de guerras pasadas. En su interior se eleva una arquitectura efímera al borde de un barranco de utopías, un páramo de vanidades que se empeña en literaturizar la otra verdad, esa que dice que todo está en tránsito, que cada vez nos queda menos tiempo, que amanece por puro capricho.
La mano abierta desprecia esa medida imposible y deja caer por su pendiente amable el precipicio mismo, y lo hace en homenaje a las horas desiguales, a los cielos volubles, al trasiego de las emociones y a las corcheas que se desprenden de los árboles durante la estación del otoño, como espíritus nómadas en la infinita región de lo incierto.

Música de Minerve: https://youtu.be/yqxJFCVMQFc