4 octubre 2022
Hace un año decidí embarcarme en un viaje cuyo objetivo era reconstruir
la vida de mi padre, encontrar cualquier
vestigio de aquel niño pobre que huyó hacia la guerra para escapar de la mina.
Un año después confieso que solo he conseguido hacer un pequeño rasguño en una infinita pared vertical. He dado muchos pasos por este laberinto, pero he tenido que desandar muchos más.
Tengo la sensación de estar intentando abarcar una mole inmensa, sacar por
el cuello de botella esa piedrecilla que nadie se explica cómo ha ido a parar ahí dentro y que solo saldrá cuando se coloque por azar en la posición correcta, sin embargo lo peor de todo es tener que admitir que tal vez no encuentre nada, ningún rastro de su vida, aceptar que nada permanece
en este mundo salvo lo que el caprichoso destino quiera sacar a la luz.