1 de julio de 2010

Instante nº 28



Hace falta una mínima dosis de pánico para vagar por la ciudad sin ninguna razón pero yo tenía una cita ineludible conmigo, así que salté a la calle con el propósito de ir en mi búsqueda y en cuanto puse un píe en ella allí estaba de nuevo, esa agradable sensación de abandono que regala el asfalto cuando aún está frío. Camine con descuido por el trance matutino mientras las aceras iban recobrando el pulso con el batido de los zapatos. En el firmamento mermeladas sin abrir y diarios afectados, en las avenidas,  fachadas recién peinadas y en el interior de los escaparates una vida a crédito.







A lo lejos, en el horizonte inmediato unas siluetas comenzaron a ensamblarse en el contorno del día hasta crear la fábula esperada, esa masa informe de subsistencia que llaman multitud. Caminé por una corriente de bultos rebosante de electricidad y me dejé engullir por su desfile inagotable de islas sin oponer resistencia. Esquivé sus distancias y ellos la mía, pero no sus miradas. Miradas de ceniza, hondas, deshilachadas, de esas que se repliegan al chocar unas con otras hasta el centro de su hueco, pero también encontré miradas de admiración, de lumbre, sorprendidas al reconocer a otro retoño de la misma loba. A mí alrededor planearon conversaciones fragmentadas, ajenas a mi destino. Palabras de semilla y escudo, de ruido y melodía. Todas sin importancia ni medida, porque todas están hechas de bruma. No encontré la ladera de ningún rescoldo que justificase mis quemaduras, ni ascendí hasta el cúmulo de las emociones inesperadas, aunque sentí la infinitud de lo insignificante y la fuerza de mi dimensión que rebotaba en la diferencia. No hallé respuestas, ni me nombraron reina de la cabalgata de las muñecas rotas, pero adquirí densidad gracias al factor de la semejanza, que agregé a mi interior para despues transformarlo en mi particular disparate. Comí entre desconocidos sin atender a sus miradas, asentí a la burla de los dominios y me dejé embaucar por un aire que prometía la atención de un amigo invisible. Cuando el sol empezaba a ocultarse tras su brecha volví a mi nido, repleta y sin prisa.

Música de Liquid Divine: https://youtu.be/tgjNqMb9EQQ