12 de diciembre de 2009

Instante nº 3

















 



Mientras escribo estas palabras hay una mano tranquila que me observa. Es un ala de humo que no espolea, una mano de luna que anhela que caiga la noche por el puro placer de respirar su presencia. Es la única que acaricia mi pelo por el simple beneficio del goce, la que juega con los ángulos de mis labios para repasar sus líneas, que se refugia entre las piernas cruzadas o se esconde en el barranco de los bolsillos mientras la otra va en busca del paraíso perdido.
Sin embargo tú, zurda, eres de las dos manos la que realmente me sustentas y lo haces con toda la pereza que se desprende del tiempo, con toda la extrañeza que se esconde tras la cortina. Me sostienes pequeña, pálida y venosa, pero al fin y al cabo me sostienes, y por ello te estoy enormemente agradecida.
La tradición quiromante dice que las líneas de la mano izquierda son el mapa de las vidas pasadas, pero yo cuando te miro, a parte de los surcos del enigma veo la esencia de mi madre; dedos esbeltos, blanco sin mácula o la de mi padre, uñas armoniosas, mano paciente, que me recuerda el modo que tenías de encender la naturaleza muerta de las cosas, de medir sin ofensa las fuerzas ajenas y ondearlas como un trapo viejo y vencido sobre tu cabeza de león. Tal vez en eso consista medir nuestro tiempo, en mirarse las manos y ver el reflejo de nuestros antepasados cinceladas en ellas. Mi mano izquierda es un espíritu durmiente, una mano azul, de poeta, que asiste a las batallas libradas por la otra, porque la diestra es la que no calla ni descansa, la depredadora, la herida, la que se ha entregado hasta el delirio, la que ha perdido el mundo mil veces y se ha infectado de fríos y pasiones y lo mas sorprendente de todo es que las dos son mías, las dos me pertenecen.
Tal vez esta dualidad tan hermosa, tan humana, es la que impide que se desboque el miedo por el escenario. Tal vez esta lucha entre contrarios sea la que aturda el pensamiento de la bestia y la distraíga una hora, un día más. Tal vez sea el único modo de mantener ese equilibrio que perdimos el día que abandonamos el charco desvivido del edén. 


 Música de Depeche Mode: https://youtu.be/ibeXowYyaxA